Trataré de reflejar a continuación algunos de los puntos a mi parecer más sangrantes, que vienen recogidos en un escandaloso artículo de opinión de El País publicado recientemente:
http://www.elpais.com/articulo/opinion/excepcionalidad/espanola/elpepuopi/20090218elpepiopi_13/Tes
Eso sí, recalcando desde el primer momento que el artículo en su totalidad constituye una brutal ofensiva a la comunidad española de inmigrantes.
Esta parrafada malsonante me parecería aberrante saliera de quien saliera semejante apología del egoísmo, el utilitarismo desalmado y la insolidaridad. Pero si tengo en cuenta además, que ha sido escrito por dos catedráticos de la Complutense, entonces no encuentro calificativo alguno para denominar no ya al contenido en sí, sino a esas personas “cualificadas” que ostentan dicho cargo público y que se presupone sabe lo que dicen y porque.
Básicamente, estos maliciosos mequetrefes pertenecientes a altas esferas del ámbito universitario, incitan descaradamente a la sociedad civil al cuestionamiento de la conveniencia del ya limitado repertorio de derechos sociales que teóricamente nos iguala a españoles e inmigrantes.
Se refieren concretamente a la salud y la educación como derechos fundamentales con rango de universales en nuestro ordenamiento jurídico y a los que pueden acceder de manera muy sencilla.
Pero que frialdad, que inhumana hipocresía;
El derecho a la educación y a la asistencia sanitaria que los autores consideran generosas prestaciones de nuestro “robusto” estado de bienestar, son derechos humanos reconocidos y ensalzados por esta misma nación en la presumida Declaración Universal de los Derechos Humanos. Debiendo de funcionar teóricamente en todos los países que refrendaron aquella, de manera independiente a cualquier posición legal que otorgue cualquier régimen de residencia. Por desgracia y tradición, no en todos los países que en su momento avalaron esta hermosa declaración de intenciones, tales derechos fundamentales han sido llevados a la práctica.
Por otro lado, describen a estos derechos como esos ingredientes de la receta que convierten un apetitoso plato en irresistible. Refiriéndose a España como a un suculento y opulento manjar.
Esta frase más bien la emplearía yo para referirme a los intereses que incitan y constituyen los verdaderos estímulos que mueven a esa manada de empresas españolas deslocalizadas, que salvajemente se instalan en muchos de los países de los que “casualmente” proceden gran cantidad de inmigrantes. No puedo evitar pensar que la concepción que estos individuos tienen del colectivo de inmigrantes, es la más parecida posible a la de parásitos usurpadores. Sin embargo, tampoco puedo evitar trasladar tal concepción, a ese grueso empresarial en auge que se asienta en aquellos países en los que, ahora sí, la excepcionalidad de su desregulación y flexibilización del mercado laboral, posibilita un enriquecimiento desmedido de estas a costa de insultantes retribuciones y precarias condiciones de trabajo. Las mismas condiciones que juegan un papel tan importante a la hora de perpetuar situaciones de verdadera desesperanza y anomia. Y las mismas situaciones que han ido progresivamente creando un caldo de cultivo propicisimo para abandonar sus países en dirección a nuestra copiosa y embaucadora Europa.
Quizás podrían plantearse estos “intelectuales” de pacotilla, que una de las múltiples claves que tanto les preocupan a la hora de explicar esa excepcionalidad española en cuanto a recepción de flujos de la que hablan, puedan hallarse precisamente en inclementes realidades como la mencionada y otras tantas nada halagüeñas de las que somos o hemos sido cómplices.
Puede que quienes si debieran hacer un mayor uso del sistema sanitario público, sean precisamente predicadores como los que aquí nos ocupan. Puesto que parece ser que padecen de cierto alzhéimer histórico preocupante, que si de mí dependiera sería motivo suficiente de inhabilitación en su ejercicio propagandístico.
Yo les recetaría que les echaran un vistazo detenido a los libros de geografía e historia de sus pequeños. A los primeros para visualizar la posición estratégica que supone España para los africanos que quieren vivir el sueño europeo, y a los segundos para remontarse unos 50 años atrás, cuando desde aquí zarpaban cayucos a Latinoamérica. Sin olvidar los capítulos del colonialismo español, que les hagan entender los lazos históricos y esa similar no casual forma de hablar que nos une a la comunidad hispanoamericana (por algo los llamamos así) y que actúa como un gran facilitador que induce a escoger España como país de destino en lugar de otros. Ni los numerosos estudios de inmigración y mercado laboral que atestiguan la notoria demanda de mano de obra “no cualificada” que ha experimentado España y las condiciones denigrantes en las que el empleo de inmigrantes se ha venido y viene desarrollando. Les diría también que se dieran una vuelta por algún parque, y observaran cuantas abuelas y abuelos se encuentran acompañados por una inmigrante a cualquier hora del día. O que de vez en cuando miraran a la cara de uno de los camareros que les ponen en la mesa el plato, para sentir la paradoja de no querer servir al que les sirve.
Por último les invitaría a darse una vuelta por Almería. Yo misma estaría dispuesta a acompañarlos al sinfín de cortijadas y barriadas periféricas repletas/ no plagadas como dirían algunos, de inmigrantes que malviven en pésimas condiciones de habitabilidad, sin distinción entre trabajadores contribuyentes a la arcas de estado, y contribuyentes invisibilizados explotados.
Una vez seguido este tratamiento que persigue recobrar la tan saludable sensibilidad humana, sería bueno que hicieran unas cuantas reflexiones tratando de estimar cuantas de esas personas tienen un contrato y cotizan como buen hijo de obrero a la seguridad social, y cuantos no por no convenir a la persona en cuestión que goza de su atención o servicios a un módico precio. Por no darles de alta, y porque si uno no acepta 3 euros la hra haciendo de todo, ya vendrá otro detrás en peor situación que sin otra opción a la vista tenga que aceptarlo. Y ojito con reivindicar algo, porque el chantaje ante un posible despido o deportación, acalla cualquier intento de aspiración a mejorar. Todo ello sin tener en cuenta cuantas de esas personas exponen su salud a numerosos y variados riesgos laborales, que derivan de la escasa o nula prevención de los mismos.
¿Qué sugieren? ¿Qué ni siquiera estos últimos que no pueden gozar de ninguna prestación ni ayuda estatal por no reconocerse su vida laboral, puedan al menos ver garantizada su salud? ¿O que los que vienen cotizando a la S.S y salvando nuestro sistema de pensiones amenazado por la baja natalidad tampoco puedan hacerlo?
Al hilo de lo anterior, es también increíble ver como pone de ejemplo a Italia como país que son similares características en la pirámide poblacional, no ha atraído a tantos inmigrantes como España en los últimos años. Pero que disparate usar de referente modélico precisamente a Italia. Todos sabemos cuales viendo siendo las directrices políticas de este país en materia de inmigración, y cuales también sus consecuencias. A día de hoy, estamos presenciando desde la otra orilla un endurecimiento indiscriminado de la gestión de flujos italiana y de sus políticas crimizalizadoras, que lejos de promover la integración y la convivencia, refuerzan actitudes xenófobas y hostiles hacia los inmigrantes. ¿En este ocasión que insinúan? ¿Qué la excepcionalidad española se acabaría siguiendo aún más sus pasos?
Como si aquí fuéramos santicos y solo concedamos no reprimamos.
En realidad no son tan distintas tales políticas a pesar de intentar contrarrestarse en sus efectos o encubrirse con el acceso a la salud y la educación, como algunos quieren hacer creer. Las formas son distintas, porque el discurso de Berlusconi es más feroz, pero en el fondo no hay tantas diferencias. En España el acoso y la persecución policial es permanente. Ejemplo de ello es la estrenada ordenanza policial en Madrid donde se establecen cupos de detención y expulsión de inmigrantes por el mero hecho de pasear por las calles. Priorizando como no al colectivo marroquí por aquello de economizar tiempo y gastos de repatriación. Otra muestra serían las pésimas condiciones en las que se encuentras los sin papeles en los CIES, y el maltrato que reciben y han recibido muchos de ellos.
En cuanto al supuesto conocimiento exhaustivo antes de partir de las posibilidades que ofrecen los países de destino, cabe decir que con frecuencia, las expectativas e ideas preconcebidas que puedan existir en el imaginario colectivo de los inmigrantes antes de iniciar su proyecto migratorio, suelen con mucho no corresponderse con la cruda realidad que encuentran al llegar aquí. Otra cosa bien distinta, es que una vez aquí conozcan y valoren positivamente estas dos prestaciones. Aunque por supuesto habrá gente que conozca estas ventajas previamente, pero no como para ser resultar las claves decisivas.
Algo tremendamente contradictorio que permite despejar cualquier posible duda acerca del tono juicioso peyorativo que se desprende desde el primer párrafo, es cuando por un lado dicen que no entran a valorar argumentos a favor o en contra de estos derechos y poco después hacen la siguiente aseveración; Suena duro, antisocial e injusto, pero esa reforma (homologarnos al resto de los países de la Unión Europea y reformar los requisitos de empadronamiento que otorgan amplios derechos a los inmigrantes por el mero hecho de dicha inscripción) pondría fin a la excepcionalidad española en materia de inmigración.
Esta última frase que repiten en varias ocasiones y que da título al presente artículo, es una clara muestra de su ingenuo cinismo que ni siquiera alcanza a ser políticamente correcto. Además, va acompañada de expresiones a las que ya estamos acostumbrados oír hablar y tergiversar.
El conocido “efecto llamada” al cual simplifican en cuanto a su causalidad, y con el que pecan de un acusado reduccionismo interpretativo; vienen aquí por nuestra salud y educación. Va asociado por desgracia en la ingente literatura de las migraciones que ha ido gestándose en estos años tanto a nivel académico y de investigación como periodístico, a otros términos nada integradores sino más bien amenazadores; oleada, avalancha…
PROXIMAMENTE TRATARÉ DE REFLEJAR Y EXTRAPOLAR ESTA PUBLICACIÓN A LA REALIDAD ALMERIENSE EN LA QUE TANTO QUEDA QUE DECIR Y HACER POR ESTOS DERROTEROS.